lunes, 11 de marzo de 2019

Otros cuentos son posibles




Mi padre, mi hermano y yo.

Mi padre nos educó , como supo y como pudo porque al estar solo tenía que encargarse de todo. Trabajaba fuera de casa pero cuando llegaba se encargaba de todo, igual que lo hubiese hecho mi madre, y además nos pedía que le ayudásemos. Limpiábamos, hacíamos la comida , lavábamos  y tendíamos la ropa, todo lo hacíamos juntos etc. Si había que pintar la casa lo hacíamos entre todos; atendíamos las tierras y el huerto; cuidar las gallinas, los conejos, el cerdo y las palomas eran obligaciones comunes. Todo por igual.

Al pasar los años cada uno de nosotros se fue decantando por hacer lo que más le gustaba.
Curiosamente, las tareas por las que se decantó mi hermano eran  cocinar, planchar, limpiar , hacer la compra y coser. Yo me encargaba de los animales y del huerto. Cada uno hacíamos lo que más nos gustaba pero los dos sabíamos hacer de todo.

Ninguno de nuestros amigos se reía de nosotros, más bien les dábamos pena, y algunas veces hasta intentaban ayudarnos.

Nos hicimos mayores y tuvimos que salir a estudiar fuera. Cuanto se alegraron los amigos de mi hermano de compartir piso con él. No hubieran podido sobrevivir sin todo lo que tuvo que enseñarles. Y ni os cuento la suerte que tiene mi cuñada de tenerle como marido.

Yo estudié ingeniería técnica agrícola y ni os imagináis todo lo que me sirvió lo que había aprendido en mi huerto y en mis campos,

Moraleja: La vida es más fácil si se nos educa en igualdad o en un mundo feminista.


No es un cuento. Es la historia de unos amigos del pueblo.

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